jueves, 24 de marzo de 2011

El E- Book y la Experiencia de Usuario

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Por: Enrique Dans


Ayer me enfrenté a la tarea de adquirir un libro electrónico. Palabra que no lo hice con mala intención, ni por probar ningún tipo de tesis: fue una aproximación completamente sincera destinada a obtener un libro determinado, en castellano, cuya referencia encontré en Planetadelibros.com buscando en Google.
Obviamente, Planetadelibros.com no hace mal el trabajo de SEO: el libro aparecía en en las primeras posiciones de los resultados naturales al buscar por su título. El proceso de compra me llevó a Casadellibro.com, que algo de experiencia tendrán en esto. Ningún problema a la hora de seleccionar la versión electrónica, a la hora de pagar… todo bien, hasta el momento de intentar obtener el producto. La página me ofrece lo que parecía un vínculo de descarga. Al hacer clic en él, se descarga un archivo de 4 KB de extensión .acsm que mi máquina no reconoce. Un archivo que no me dice nada, que no me permite llegar al libro, que me deja en un punto muerto. Tras múltiples intentos de hacer funcionar aquello, constaté que tras el proceso, tenía el escritorio lleno de copias de un archivo absurdo, ellos tenían mi dinero, y yo no tenía mi libro. Lo dejé por imposible, y tras descartar por pura pereza la posibilidad de acercarme con mi coche hasta Gran Vía y hacer un alunizaje en la Casa del Libro, me fui a dormir.
Tras preguntar convenientemente al día siguiente, pasado ya el interés de “quiero el libro ya” y con un evidente mosqueo, resulta que es que en algún recóndito lugar de la pagina, en una FAQ, explica que antes de la descarga es preciso instalar un software, Adobe Digital Editions, para poder gestionar el DRM del libro. Que además, si después quiero leer el libro en según qué lectores, podré hacerlo o no, y eso añadirá otro nivel de complejidad. Me cuentan que en efecto, un gran número de usuarios se encuentra con que una vez adquirido y descargado el vínculo, no pueden acceder al contenido del libro, con la consiguiente frustración. Y que esto del DRM no es una imposición del editor, sino de los agentes o – me dicen – de los propios autores. Genial jugada, oiga.